Pensar como chicxs, en grande

Rocío González
9 min readFeb 27, 2024

Estábamos sentadas en el living que alquilaba temporalmente Tati. Recién había llegado del gran viaje y veníamos pimponeando el tema del juego, del desafío, de lo que sería el primer programa de unplastify. Y de la exploración, de las entrevistas, de la investigación todo apuntaba a la educación. Dos diseñadoras, jugando a ser educadoras. Y ahí llegó Ona. Con su característica desfachatez disfrazada de timidez, Ona, escuchó pacientemente como esos papelitos de colores que teníamos sobre la mesada eran en realidad un programa educativo. Con estos papelitos contábamos cómo los chicos serían parte de algo más grande, como jugarían y competirían (porque a mi nunca me falta la de la competencia en estas cosas) en ser el grupo más desplastificante del juego. Cómo usaríamos la excusa del juego para enseñarles herramientas de gestión de proyectos, las mismas que habían hecho que yo armara mi empresa (PAPA + Daravi) y que Tati diera vuelta una cooperativa de recicladores en Brooklyn. Las mismas que habían sido fuente de discusión, de cómo mejorarlas, en charlas de colaboración sobre los plásticos, los descartes, los proyectos y las dificultades de elegir el lado emprendedor de la vida. Esas herramientas que aprendimos no siempre de la manera más académica pero que tuvimos muy a mano desde que nos embarcamos en Unplastify.

Todo eso metido en unos papelitos de colores desperdigados en la mesada contaban lo que sería el Desafío Unplastify Escuelas. Para chicos de 15 a 16 años.

“Chicos no, jóvenes.” Esa fue la primera lección de la infinidad de máximas que nos tiró Onita. La segunda fue la cara LARGA que pusieron sus amigxs que vinieron a escuchar lo que teníamos para contar del desafío. Para nuestro segundo encuentro, Ona organizó una especie de focus group, un poco difícil. Terminamos de contar lo que queríamos hacer con la intención de validar el programa y NO NOS DECÍAN NADA. CERO. NADA. NOTHING.

Ahí quedó más que clara la necesidad de una interlocutora para hablarle a esta generación. A los 30 y pico éramos de otro siglo. Y por suerte Ona se subió al barco, literalmente, porque después de eso, al mes estábamos yendo a activar las primeras escuelas del desafío en Uruguay.

Con Tat y Onita en el barco. Subidísimas. 2019.

Voz en off

En el buque seguimos diseñando la charla, la presentación. Todo le queríamos meter. Que este dato, que esto otro, que no contemos mejor lo de que “solamente el 9% se recicla” porque tampoco queremos llevarnos puesto lo que vienen haciendo. La idea era inspirar, pero mi idea era romperles la cabeza. Con Tat soñábamos con cómo habría sido que vinieran 2 locas de nuestra calaña a invitarnos a jugar un juego de rediseñar nuestra escuela y tener un impacto a los 16. A mi se me caía la baba, si con cualquier cosa yo a los 16 me subía y te armaba una campaña. Pero a estos jóvenes, parecía que nada los compenetra. Mi yo adolescente gritaba.

Con todo ese ímpetu, confiadísimas de que iba a funcionar, llegamos a Maldonado en un viaje que pareció interminable, tan interminable que terminamos cenando a 11pm en el único restorán que encontramos abierto. Y después de eso, 12am, llegamos a la casa y, repasando la charla, nos pareció buena idea GRABAR UN VIDEO. 12 am. El video tenía que ser la invitación para que los jóvenes se sumaran al desafío.

Las activaciones en las escuelas constarían de una charla y luego un taller sobre como dejar de usar plásticos y luego venía la invitación al desafío. Antes de eso no se hablaba del juego, era secreto. Yo estaba obsesionada con lo oculto, con la caja negra, con no decir y que se murieran por saber qué harían con nosotras, para qué estábamos ahí. Un nivel de delirio de esos de los buenos. Creo que estaba toda tomada por mi yo de 16 años y flasheaba en colores cada actividad. Entonces, para el momento de la invitación me parecía FUNDAMENTAL que todxs la recibieran con EL MISMO ÍMPETU y ganas. Y para esto lo más fácil era que fuera un video. Así que 12 am grabamos la invitación, para que fuera un video, con mi voz de sacada en OFF, para que todxs la recibieran igual. Convencidas de que era fundamental, completamente tomadas por la causa de reclutar en condiciones igualitarias a lxs jóvenes desplastificantes.

El primer taller de desplastificación en Punta del Este, Maldonado

La experiencia

La primera activación fue muy buena, un colegio chico, todos super entusiasmados. Ideal. Todo era color de rosas, pero al día siguiente en Montevideo, más de 300 estudiantes vinieron a la activación. Moderamos un taller para más de 50. Y los jóvenes SE LEVANTABAN, SE IBAN EN LA MITAD. Al terminar la jornada, con una experiencia un poco mejor pero marcadas por la deserción de la mañana, nuestra GRAN anfitriona de ese encuentro y país, la inmensa Maca Botta, nos dijo DE TODO MENOS BONITO sobre el cuidado de nuestra experiencia. Yo que estaba en una nube pensando en los contenidos, el video, la gamificación de lo que vendría, como sumarían puntos los chicos (perdón, jóvenes!!!) y la mar en coche, y esta me venía a decir que no que no iba. Con Tati nos miramos, un poco nos reímos y le hablamos a la reina del prototipo, justamente del PROTOTIPADO y que esto era eso, un prototipo un piloto. Tal vez no era tan agraciado en su vuelo, pero piloto al fin, al avión te lo estacionábamos de alguna forma.

Tat en el Liceo donde Maca nos dijo que no curamos la experiencia. Eran miles.

Confiar en el proceso

Así fue en 2019, ese piloto. Al mes fuimos a Chile y sumamos varias escuelas más de allí. Seguimos en Argentina. Seguimos sumando adeptos y confiando en el proceso.

Y empezó el juego. Y los jóvenes se anotaron. Así como elegimos hacer un video para que la propuesta de sumarse fuera siempre la misma, elegimos que la plataforma para seguir los proyectos de los chicos fuera una “app” . La escalabilidad era nuestra respuesta para todo. Si bien esto era un piloto, 9 escuelas, 3 países, todo tenía que ser escalable. La app era un blog bastannnte acotado pero le ganábamos con gifs de gatitos y buena onda lo que le faltaba de usabilidad y tecnología.

El juego era simple: 3 meses en los que íbamos posteando consignas para que los equipos contaran como iban implementando estrategias de desplastificación en sus escuelas. Todo esto muy pre covid, se iba al cole, se estaba en el aula, todo ahí mismo. Los jóvenes posteaban, en nuestra rudimentaria plataforma y acorde a sus avances les dábamos puntajes que se revelaban cada 4 semanas en mi “scoreboard” igual de rudimentario que la plataforma.

Gamificación del impacto

Elegimos asignar puntajes para ir definiendo avances en el juego y porque yo me moría de ganas que hubiera un scoreboard. Venía de Ready Player One y de Japón y todo me parecía que debía convivir con esas narrativas de videojuego eterno. Pero los puntos no eran solo por “desplastificar” eran por comunicación (cómo contaban lo que hacían, como difundían su proyecto), por liderazgo (esos que lo llevaban a otro nivel, los punta de lanza), por impacto (estrategias implementadas y plásticos evitados) y por COLABORACIÓN. Porque si bien era y es una competencia, en los liderazgos del futuro y en los emprendimientos y proyectos de impacto necesitamos coooooooperar. No way out.

Y así llegamos a la GRAN FINAL, que celebramos en Daravi, mi fábrica, claramente que fue apoyo logístico y energético para lanzar todo este delirio al universo.

Los equipos que llegaron a la final eran de Buenos Aires y de Montevideo. El equipo de Montevideo era de esa escuela donde pensamos que todo iba a fallar y las participantes viajaron en buque para venir a la final junto a Maca que lo dio todo y más por salvaguardar su experiencia. Algunas era la primera vez que salían del país.

Los jóvenes presentaron sus proyectos, desplastificaron sus recreos, sus espacios, sus escuelas, sus familias. Aprendieron a gestionar un proyecto, a contarlo, a compartir con otros equipos. Hubo un equipo que cantó una canción. Y yo, que siempre hablaba del equipo ganador y quería los puntajes, el scoreboard entendí que en esta no había uno, si o sí ganamos todxs.

Acá los equipos con Maca a bordo del bus, llegando. El bus se rompió, Maca dio un taller, otro post.
En el galpón de Daravi donde presentaban los finalistas no había luz. Todo prototipo tiene sus aprendizajes.

Las redes mágicas

Antes de esa final, habíamos lanzado Unplastify, antes de que el barco zarpara, también en un evento en Daravi. Transmitimos ese lanzamiento por stories, o lo que se usaba en el momento en las redes de PAPA y Daravi. Por esa trasmisión llegamos a una conocida que nos dijo que habláramos con National Geographic. Así conocimos al Rulo, que trabajaba ahí en ese entonces y que cuando le contamos lo que queríamos hacer nos dijo que aplicáramos a un grant de educación. Por esa recomendación fue que aplicamos, y a partir de ahí sumaron a Tat como NG Explorer. Ese fue el primer gran que recibimos, apenas cubría los costos, pero hicimos magia. Y así, vinieron otros 2 sucesivos que nos permitieron darle continuidad y crecimiento al programa. Todo esto surgió por comunicar, por animarnos a contar lo que queríamos hacer y darle sin miedo para adelante. Parece tan fácil verlo hoy, pero impensado como ese gran sponsor que tuvimos surgió en un principio por una simple publicación. Igual de impensado como estar al año siguiente, presentando el programa y sus principios en el Summit de Educación de Nat Geo, en sus headquarters. Tan solo un posteo, una aplicación y muchísimo trabajo después

En el Education Summit de NG en 2020. Dos diseñadoras contando como es hoy la educación del futuro.

Historia

De ese primer piloto de desafío a hoy hubieron ya 8 ediciones, este año está comenzando la 9na. La inscripción está abierta. En la 8va edición del Unplastify Challenge for Schools, cerramos la final en Sau Paulo. Participaron escuelas de Brasil pero aparte, gracias a la metodología online (al final la “app” tuvo resultado, tan erradas no estábamos !!!) se sumaron escuelas de todo el mundo. La 8va versión fue en inglés y tuvimos participantes de Kenia, Inglaterra, Ucrania, entre otros 10 países). En noviembre del año pasado viajé a una ciudad que no conocía, a presentar este programa junto a 3 personas hiper capacitadas en educación. El Programa Integral Escuelas Unplastify (me caigo y no me levanto) es liderado por un equipo de personas más que idóneas para la tarea. Las diseñadoras seguimos opinando, pero el mando lo llevan personas que le dan mil vueltas a lo que soñamos. No sé si nuestro equipo se imaginaba trabajando en un proyecto así en lo educativo. Yo claramente nunca me hubiera imaginado ninguna parte de toda esta historia. Pero cuando vuelvo a recordar cada paso que dimos, cada parte de esta historia, pienso que hay alguien que sí se lo imaginaba: mi yo de 16 años. Ella es la que me impulsó a gran parte de todo este delirio. Hoy sigue saltando de alegría, volviéndose loca con las novedades y festejando cada cada joven-no-chicx al que le prendemos la lamparita de la desplastificación como excusa para jugar a cambiar su mundo.

Sigan jugando.

El delirio necesario para las primeras presentaciones. Tecladista.

Tip: No se olviden de sus jóvenes no chicxs interiores, tienen menos miedo que nosotrxs y nos llevan a lugares que no nos hubieramos imaginado.

Posdata

En el Slack donde sucede la producción cotidiana del desafío, el año pasado llegamos a los momentos más extraños que me ha dado mi carrera emprendedora. De los papelitos de sueños y juegos desplastificantes a screenshots de la profe de Ucrania que nos hacían llorar a todxs en el equipo cada vez que contaba como el Desafío era la manera de hacer que sus estudiantes se vincularan con temáticas globales para salir de su realidad cotidiana. Una educadora eligió este juego que inventamos para darle herramientas e ilusión a jóvenes en un contexto tan complejo como el de su país hoy.

Creo que esta ni la de 16 se la veía venir, pero estaría más que orgullosa de mí y del equipazo que armamos con Tat, Onita, Maca y todo el equipo de Edu que hoy lidera este gran gran desafío.

Verito contando los resultados de los últimos años en el escenario de Brazil

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Rocío González

Arquitecta de empresas de #tripleimpacto: PAPA, Daravi y Unplastify. Escribo sobre mis 15 años de experiencia para animar quienes emprendan con propósito.